Día
1.
Querida
Penélope, soy Odiseo. Todos estos días lejos de ti son
insoportables, no paro de pensar en si volveré a verte a ti y a
nuestro hijo… necesito estar a vuestro lado. Hoy hemos conseguido
vencer a los troyanos para poder recuperar a Helena, sí la del pelo
ondulante. He iniciado junto con mi tripulación, el improbo viaje de
regreso a Ítaca. Desde la costa troyana el viento nos ha llevado
hasta Ismaro, la patria de los cícones. Tras una feroz batalla,
hemos podido escapar con un copioso botín, habiendo matado a muchos
de estos varones aunque hemos sufrido también nosotros seis bajas
por nave y guerreros queridos de esplendidas grebas. Pero los dioses
ya pretendían nuestro mal.
Día
2.
Hoy,
segundo día de aventuras, Zeus nos ha enviado una terrible borrasca
que nos ha hecho padecer durante varios días navegando sin rumbo por
la salada llanura de las aguas sin fin, pero tranquila, ya estoy
bien. Espero volver pronto, necesito verte.
Día
10.
Lo
siento, estos últimos ocho días no he podido escribirte, espero que
no estés enfadada. Hoy, el décimo día hemos avistado la tierra de
los hombres lotófagos, que solo se nutren del loto, cuyas flores
hacen olvidar el país natal. Muchos han probado este peligroso
manjar y por eso, los he arrastrado por fuerza hasta los barcos y
embarcaron con rapidez en las naves. Pronto llegaré a Ítaca, o eso
Día
11.
Otro
día más lejos de ti, esto es insoportable. Esta es la tercera
tierra a la que hemos llegado, la de la patria de los fieros
cíclopes, los hijos de Poseidón. Uno de ellos, el cruel Polifemo, a
punto estuvo de acabar con todos nosotros. Algunos de mis amigos por
desgracia, murieron devorados por el insaciable monstruo. Pergeñe un
ardid con el que he podido embriagarlo con vino que habíamos
obtenido de los cícones y, mientras dormía la borrachera, entre
todos le clavamos una gran estaca en el único ojo, cegándolo para
siempre. Sin embargo, lleno de ira ha exhortado a su padre Poseidón
para que no cejara hasta vengar tamaña desgracia.
Día
15
¿Te
acuerdas lo que te conté el otro día de Poseidón? Pues tenía
razón, desde ese día, el dios de los cabellos azules no cesó hasta
cumplir su venganza. Hoy hemos llegado a la isla de Eolia, sede del
dios Eolo, el guardián de los vientos. Quiso ayudarme y apresó en
un odre de piel vientos para ponerlos al servicio de mi vuelta a
casa. Pero mis hombres, creyendo que eran tesoros, desataron el
cordel y los vientos escaparon con furia desmedida, arrastrando
nuestros combos bajeles por el mar embravecido.
Día
20.
Tras
varios días de viaje, topamos con la tierra de los lestrigones, de
talla gigante, mayor que la humana, que mataros a muchos de los
nuestros y destrozaron todas nuestras naves, monos una. Nuestro
siguiente destino fue Eea, la isla habitada por Circe, la de hermosos
cabellos, potente deidad de habla humana. La perversa hechicera
convirtió en cerdos, con un rico licor, a varios de mis hombres,
entre ellos Polites, mi buen capitán. Pero Euríoloco, que había
sospechado algún engaño, no entró en el palacio de la diosa, y
pudo correr a la playa para contarme tan funesto incidente. Gracias
a la ayuda del dios Hermes, el de vara de oro, que me dio una triaca
para vencer el poder del sabroso licor, pude evitar sus efectos y
obligar a Cire a devolver el aspecto humano a mis compañeros.
Día
21.
Tras
una larga noche, Cire, decidida a ayudarme, me aseguró que debería
ir al palacio de Hades y la horrenda Perféfone para pedir consejo al
alma del ciego adivino Tiresias, a fin de poner el definitivo rumbo a
Ítaca, ya falta poco para verte, te echo tanto de menos, a nuestro
hijo también, esto es muy duro.
Día
22.
En
el Hades todo es tenebroso y espeluznante. He visto muchas almas de
hombres y mujeres ilustres, que acudían con aterradora lentitud a
nuestro encuentro. Hemos conseguido, a cambio de ofrecerle negra
sangre de reses recién sacrificadas, que la sombra del ciego
Tiresias me aventurara lo siguiente: “Librado del mar, llegará a
ti la muerte, pero blanda y suave, acabada tu vida en la calma de la
lozana vejez; entretanto tus gentes en torno venturosas serán.
Éstas son las verdades que anuncio”
Día
23.
Al
regresas a Eea, Circe nos avisó de nuevos peligros que nos acosarían
en nuestro viaje. Gracias a sus sugerencias pude oír los seductores
cantos de las sirenas sin caer en desgracia. Hoy hemos atravesado
trabajosamente el peligroso paso entre Escila y Caribdis, los
repugnantes monstruos femeninos, con menos bajas de las que suelen
tener los barcos que por allí navegan sin ser prevenidos.
Día
24.
Llegamos
hoy, día 24 de este incansable viaje, a la hermosísima isla del
dios Sol, Trinacia, plena de vacas y ovejas. Circe y el alma de
Tiresias nos alertaron de que no comiéramos de aquel ganado. Pero el
hambre pudo más que mis hombres, y, entretanto que yo sucumbía al
poder del sueño,
Día
25.
El
dios Sol pidió venganza a Zeus quien, una vez que nos volvimos a
echar al mar, arremetió con su fúlgido rayo contra nuestra cóncava
nave. Todos murieron ahogados en las oscuras profundidades marinas.
Solo yo, asido al mástil, sobreviví y recalé en Ogigia, la isla en
que vive la ninfa crinada Calipso. Ella me recibió y me pidó que me
quedara a su lado. Me prometió que gozaría de la inmortalidad y de
una eterna juventud. Pero yo lo único que deseaba era huir para
estar a tu lado.
Día
28.
Me
paso los días abatido en la costa, con la mira perdida en el
horizonte y el corazón nostálgico. Prefería mi condición de
mortal y que con el tiempo mi cuerpo envejeciera sin remedio, a tu
lado y al de nuestro hijo Telémaco. Por fin, Atenea rogó a Zeus que
intercediera por mí. El dios supremo mandó a Hermes para exigir a
Calipso que me dejara zarpar. Con su ayuda me hice de nuevo al mar,
en una balsa que construí con veinte troncos de árbol entrelazados.
Día
29.
Esto
cada día se hace más difícil, hoy Poseidón ha arremetido contra
mi débil embarcación, cumpliendo su venganza por haber cegado yo a
su hijo Polifemo, el cíclope devorador de hombres. La nereida
Leucótea, convertida en gaviota, me ha ofrecido un velo blanco que,
atado a mi cintura, me salvará.
Día
30.
Entonces
me he rebelado, he insultado gravemente a los dioses y reclamé el
poder del Destino, superior a todos ellos. A horcajadas sobre un
tronco, con agua abundante anegando mis pulmones, no obstante pude
reunir fuerzas para gritar con vigor estas aladas palabras: “Dioses
crueles y poderosos, no sé por qué pretendéis mi ruina y que no
retorne en buena hora a mi reino. Sabed que el adivino Tiresias ha
vaticinado que volveré algún día a mi patria y que moriré feliz,
ya anciano, junto a mi discreta esposa. Y no hay poder de ningún
dios que pueda impedir lo que traman las moiras, antes quienes
incluso vosotros os tenéis que rendir, pues el Destino es implacable
e inmutable, tanto para hombres como para dioses” Estas palabras,
proferidas por la desesperación de un hombre perseguido por fuerzas
superiores y crueles, causaron una gran revuelo en el Olimpo.
Día
31.
Querida,
ya llevo más de un mes lejos de ti y parece que cada día que pasa
estoy más cerca de ti, pero a la vez estoy tan lejos.. Hoy Poseidón
convocó con urgencia, en solemne Consejo, a todas las divinidades.
La nereida Leucótea, convertida ahora en una agresiva águila,
intentó arrebatarme el velo blanco con sus afiladas garras, pero no
lo consiguió. Y Zeus estalló en cólera. Dispuso unir el poder de
todos los dioses como si sólo fuera uno, mayor de lo que nadie
hubiera imaginado. Me sumergí una y otra vez en el mar rizado. Olas
enormes crecían por los vientos huracanados que aullaban como lobos
heridos, junto al estallido de truenos y el resplandor de rayos. En
medio de tantas calamidades, pude oír las amenazadoras palabras de
Zeus, el de largo mirar: 2 Veremos si el Destino es tan poderoso que
pueda imponerse a la fuerza de todos los dioses existentes. Nos has
retado, miserable mortal. Te llevaremos a un lugar y aun tiempo del
que nunca podrás escapar”.
Día
37.
Siento
no haber podido escribirte, pero el otro día amanecí malherido en
una playa un tanto extraña, un buen hombre encontró, apenas recobré
el sentido, pude percatarme de que era introducido en el vientre de
un extraño carro que se vuelve sin caballos, con luces y ruidosos
insólitos. Después, permanecí varios días y noches en un
silencioso templo planco, de olor dulzón, repleto de objetos
inverosímiles, donde unos hombres de ropas y lenguas desconocidas me
atendieron y me curaron. Pero, decido a marchar, intenté comunicarme
con ellos. Nadie me entendía. Creía que ese buen hombre me
ayudaría, pero no supe más de él. Por eso me desesperé y quise
escapar en un descuido de mis guardianes, y destrocé, en vertiginosa
huida, todo cuanto aparecía frente a mí. No pude conseguir mi
propósito.
Día
38.
Me
retuvieron y me encerraron en otro templo colosal, donde hay gentes
de mirada perdida y gestos estúpidos. Hoy ha venido a visitarme a lo
que le llaman “manicomio” el buen hombre que me encontró y otro
señor más. Necesito que me ayuden, debo llegar a mi patria. Te echo
tanto de menos Penélope...
Día
39.
El
psiquiatra, así llaman al hombre que me cuidaba en aquel templo
blanco, no me creía, y entonces, les di la prueba palpable: la
herida que me abrió el jabalí con sus blancos colmillos al tiempo
que subí con los hijos de Autólico al monte Parnaso. Gracias a que
el buen hombre que me encontró en la playa, y el otro señor que
lleva consigo la Odisea, él psiquiátrica quedo convencido, aunque
luego volvió a cambiar de idea, entonces Fernando, el buen hombre
que me encontró en la orilla de la playa me ha dicho que si cambiaba
mi actitud agresiva podría ser libre. Pronto, estaré de vuelta te
lo prometo. Te quiero Penélope.
Día
42.
Así
fue, hoy me han permitido abandonar el manicomio. Me voy instalar
en casa de Fernando hasta el día en que me vaya. Cada día que pasa,
noto que estoy más cerca de ti. Nos vemos pronto Penélope.
Día
45.
Hoy
me he marchado, y todos han sentido mi partida, hasta hoy, Serafín
me ha invitado varias veces a ir a la universidad y Fernando nos
acompañaba. Con mi ayuda Serafín puedo hacer avances en la
interpretación del Lineal A, el idioma minoico que aun no ha podido
ser descifrado. Les he asegurado que la mítica Atlántida, que
Platón cita en el Critias
y en Timeo,
había existido realmente y que fueron sus habitantes los que
construyeron las grandes pirámides del Egipto de los faraones.
Serafín me he hecho escuchar la Odisea, que estaba grabada en la
lengua original. Yo le he hecho algunas correcciones
fonéticas. Les he explicado que el Destino tenía que cumplirse, que
los dioses tan sólo habían sido capaces de retrasarlo, y que
incluso mi fin estaba allí escrito y que yo, debería hacerlo
realidad. Y es que, en vez de arribar a la tierra de Alcínoo y ser
descubierto por su hija Nausícaa, me he presentado aquí, en Santa
Pola, tres mil doscientos años después, descubierto por un viejo
profesor de universidad retirado. Y en lugar de relatar mis andanzas
en la corte del rey Alcínoo, lo reseñé en la habitación de un
manicomio de Alicante a dos profesores universitarios atónitos y un
psiquiatra escéptico escondido en el baño. Todo parece tener
sentido, dentro del sinsentido. Pero así en la vida: todo encaja
dentro de lo imposible.
Día
46.
Esta
mañana he robado un velero del puerto de Santa Pola. Hoy parto hacia
Ítaca, por fin podré reunirme contigo y nuestro hijo, no sabes
cuánto tiempo he estado soñando con esto. Nos vemos en breves. Te
quiere, Odiseo.
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