diumenge, 23 de maig del 2010

A Antíope

Hace tiempo que no estás, tu ausencia me causa un vacio inmenso en mi corazón, como un puñal clavado en mi espalda. Todo tuviste, todo lo dejaste, y tú, madre, por mi mataste. Cuando estabas en palacio todos tus andares se convertían en flores, pero desde que no estás, todo en mi es una calamidad.
Desde que falleciste, madre, padre ya no es el mismo de antes, su mirada ya no tiene luz, ya no tienen vitalidad sus ojos; yo sé que te amaba, pero nunca lo reconocerá. Tu dejaste tu infancia, tus hermanas, tu cultura de amazona para darme la vida y querer a Teseo, rey de Atenas. Y nadie hasta ahora ha sabido valorar tus esfuerzos ni tus sacrificios. Hoy, madre yo te pido perdón.

Padre, se casó, él no podía soportar estar solo, aunque no amara a la mujer con quien se casara. Lo hizo con Fedra, mi actual madrastra, y su compañía no es para mí en absoluto grata, su manera de mirarme me causa espanto, solo de pensar que está ocupando tu lugar. Yo creo que siente algo por mi, pero por mi parte nunca será correspondida, porque yo amo a otra a la que ahora no puedo ver.

Fedra me ama, cada vez estoy más seguro, madre. ¿Qué debo hacer? ¿Huir de palacio e irme con mi amada y renunciar al trono de mi padre? ¿o por el contrario avisarle a eé de los tonteos de su mujer Fedra hacia mí? Creo que escojo la última, decidí informarle al alba del día siguiente. Cuando estuve apunto de conciliar el sueño, los guardias de palacio entraron fuertemente a mi habitación, sin avisar, y me dijeron: "¡Principe, su padre nos envia para llevarlo ante él y suplico obedezcais!"

Me llevaron ante Teseo, yo estaba aterrado, muerto de miedo, no sabía lo que estaba ocurriendo ante mis ojos, no sabia porqué me hacían esto. En esos momentos apareció Fedra y me miró con cara de miedo y tristeza; no lo comprendí hasta que vi a mi padre y me informó de la supuesta violación que había cometido hacia Fedra; yo entonces le imploré que me creyera, pues no había hecho nada de lo que arrepentirme.

Así pues llegó el dia de mi muerte, pero alguien murió antes que yo. Y esa fue Fedra. Así que, madre, estoy de camino hacia tí, esta tarde me colgarán por una violacion y por ser el causante de la muerte de Fedra, pero yo estoy limpio de espíritu, igual que tu, y pronto me reuniré contigo en el más allá para observar la dura maldicion causada por la diosa Artemis a Atenas.

Hasta pronto, madre, reina de Atenas, amazona paradigmática.

divendres, 21 de maig del 2010

Fragment de la ilíada. Ref clàss

El jove Patrocle, fill de Meneceu i Estènele havent derrotat el temible Clitònim vingué a la cort de mon pare a la recerca de refugi. Jo, Aquil·les, fill de la deessa Tetis i de Peleu el vaig acollir i des del primer moment fins a la seua mort vaig gaudir de la seua companyia.

Tot va començar amb una profecia…

Ma mare Tetis, per tal de fer-me invulnerable, em va submergir a la llacuna Estígia; agafant-me pel taló esquerre, el meu únic punt dèbil.

Ja l'endeví Calques va profetitzar que la ciutat de Troia mai podria ser conquistada sense la meua ajuda. Ma mare, Tetis, sabia que si anava a Troia, moriria, així que em va enviar a la cort de Licomedes, on vaig romandre amagat per algun temps disfressat de dona. Una vegada a la cort, em vaig enamorar de la filla de Licomedes, amb la qual vaig tindre un fill anomenat Neoptolemo. No obstant això, vaig ser descobert per l'astut Ulisses, el qual es va presentar com a mercader i va exhibir entre les mercaderies, una armadura. Vaig ser l'única "donzella" que em vaig entusiasmar amb les armes... Finalment vaig decidir partir amb Ulisses cap a Troia acompanyat del meu amic Patrocle.

Iniciada la guerra, fou el Centaure Quirón, el tutor de la meua excel·lent formació com futur heroi, aquest em va preparar en variades facetes, des de les armes fins a la música passant per l'estratègia i les arts.

Tots em temien i em consideraven invencible. Havent conquistat 23 ciutats en territori troià, inclosa Lyrnessos, vaig obtindre a Briseida com a trofeu de guerra. Més tard, Agamenó, el cap de tots els grecs, va ser forçat per un oracle a desprendre's de la seua esclava Criseida, i va prendre la Briseida, així que jo furiós em vaig retirar a la meua tenda jurant no lluitar més. A partir d'aleshores els troians van prendre l'ofensiva, i els grecs començarem a retrocedir cap a la mar.

Finalment com que els troians arribaren a cremar els nostres vaixells, el meu volgut Patrocle em va persuadir perquè el deixara anar als Mirmidons per a rescatar els nostres germans, els grecs. Vestit amb la meua pròpia armadura, el meu carro i els meus cavalls marxà. Patrocle, un guerrer excepcional va resultar invencible, fins que els déus van inclinar la balança en contra seu: Apol·lo el va colpejar a traïció, el va desarmar i va permetre que el troià Héctor el ferira mortalment i li arrabassara les armes.

Amb la mort de Patrocle vaig embogir i li vaig dedicar les paraules següents:

Oh Patrocle! Ja que jo he de baixar després que tu a la tomba, no vull soterrar-te sense haver-te portat les armes i el cap d'Héctor. Davant de la teua pira funerària sacrificaré dotze il·lustres fills de troians per a venjar la teua mort. Fins a eixe moment descansaràs en les meues naus. I les dones troianes gemecaran nit i dia al teu voltant, abocant llàgrimes per la teua pèrdua.

A continuació, vaig tornar al combat amb la meua nova armadura rebuda de Tetis. Jo, vencedor en derrotar Héctor, no vaig poder tancar la meua ferida ja que els meus sentiments cap a Patrocle eren purs i verdaders. Encara sentint-me humiliat per Agamèmnon, vaig abandonar la lluita, sabent que la meua absència al camp de batalla ocasionaria grans perdudes als grecs. De fet, només vaig tornar al combat per venjar la mort de Patrocle.

Quan Príam, pare d'Héctor i rei de Troia vingué en secret a entrevistar-se amb mi, li vaig tornar el cos de l'heroi i jo innocent no se m'ocorregué que finalment seria abatut per una fletxa a mans del seu fill Paris.

ANTÍGONA:

Cuando por fin pude volver a Tebas, me esperaba únicamente en palacio mi hermana Antígona. Nuestros hermanos Eteocles y Polinices disputaban la herencia de nuestro padre, ya que ninguno quería ceder la soberanía. Y en medio de las revueltas nadie la escuchaba.

Eteocles y Polinices luchaban en campos contrarios: el primero con el ejército tebano y el segundo con el que atacaba a su patria. Los combates se desarrollaron ante las siete puertas de Tebas. Eteocles y Polinices encontraron la muerte en la misma puerta de entrada, uno a manos del otro.


Entoces Creonte anunció su prohibición de cumplir con el sagrado deber de enterrar a Polinices, el “hermano traidor” y que, en cambio, a Eteocles le rindieran homenaje como defensor de su ciudad. El pueblo de Tebas era consciente de la gravedad de esa ley, porque estaban convencidos de que nadie sacrificaría su propia vida por contravenirla.

Antígona me pidió que le ayudara a enterrarlo. Yo siempre había sido una persona temerosa e indecisa, por lo que cumplí la orden. Por lo contrario, Antígona era decidida y valiente y no le importaba perder su vida, con tal de honrar a su hermano, ya que este se merecía un entierro como cualquier se humano.

Y así fue como desobedeció a nuestro tío y enterró Polinices. Entonces a la estancia de Creonte en el palacio llegó un soldado encargado de vigilar el cadáver de Polinices, que anunció que alguien había infringido la ley y había enterrado al traidor.

Los guardias no tardaron en traer detenida a mi hermana Antígona, como violadora de la ley. Creonte le preguntó si era ella quien había cubierto el cuerpo de Polinices y no dudó. Al contrario, se reafirmó en su actuación. Pero Creonte no la creyó y pensó que yo tenía algo que ver, pues me había visto muy inquieta y mandó traerme ante su presencia. Decididamente cambié de idea, y sin haber participado en los hechos, dije que sí.

Tras mandarnos a ambas a una celda, apareció Hemón, hijo de Creonte prometido de mi hermana Antígona. Creonte no pudo percibir que aquella condena alcanzaría también a Hemón. Pero nada hace cambiar la opinión de nuestro tío que decide dejarme en libertad mientras que a Antígona la iba a dejar abandonada en una cueva, hasta conseguir enterrarla en vida.

Cuando me disponía a visitar a mi hermana con mi tío Creonte, para ver como estaba, para mi sorpresa me encontré a ésta ahorcada y como agarrado a su cintura a su prometido Hemón, cargando su espada contra él, clavada en el pecho. Volviendo al palacio con este en brazos, encontré a mí tía, Eurídice, muerta, ya que ésta no soportó la muerte de su hijo y se ahorcó al poco.

Creonte no se dio cuenta hasta que vio morir a muchas personas queridas al final y sin remedio alguno, de que cometió un gran error, de que una persona, por mucho poder político que tenga, siempre está por debajo de los dioses y de las leyes no “escritas” por ellos.

dimecres, 19 de maig del 2010

Amor relámpago. (Alcestis)

Ya casi ni me acuerdo.
Yo vivía junto con mi padre en un lugar lejano,
Alejado de toda civilización.
En un paraíso perdido
donde se respiraba armonía, pasión.
Un lugar que tuvo la desgracia de caer en el olvido
De todas las personas que habían vivido.

Al inicio tan solo recordaba un doloroso momento,
Y es que la muerte de una madre
Presta o recae en tí como algo insoportable,
Pero allí estaba él, desde niña.
Aunque algunas personas creían,
Que sin el amor y cuidados de una madre, moriría.
Cuantos más lo pensaban,
Mi padre más aún se agarraba a las ramas.
Pero como las hojas que caen en otoño
también él después de unos años cayó en su retoño.
Fría y gélida me sentía
En aquellas noches perdidas
Hasta que vi de nuevo despuntar el alba
Y aquellos cuentos de princesas,
De héroes a caballo que huyen de la cobardía,
Que se enfrentan solos a la vida
Se hicieron realidad con una mirada perdida.

Sin embargo, estas son historias que se desvanecen en la arena,
Arena del desierto de su corazón.
Aquel amor al que me aferré con tanta pasión
Resultó ser tan solo otro engaño de la vana ilusión.

Aquellos brazos que me agarraban con ternura
En aquellas noches tan oscuras
Llegaron a ser asfixiantes,
Como una eternidad bajo glaciares.

El príncipe se convirtió en monstruo,
Alejándome así de todo lo conocido.
Consiguió crear un mundo tan solo para dos
¿Y si perdía mi única opción?
Era él o la desolación.

En pocas horas mi final se acercaba
En la puerta dorada del cielo me esperaba,
Puesto que mi amor era tan fuerte.
Con los ojos cerrados caminaba,
He ahí la respuesta mas estúpida jamás pronunciada.
Creía que sin él mi vida de sentido carecía
Pero tan sólo era una extraña utopía.

El amor se convirtió en ladrón
De las esperanzas y vidas ajenas,
Consiguió enredarme en sus cadenas
Llenas de mentiras y harapos sucios.
Me engañó como a un triste sapo de piel fina.

Toda mi vida y mi corazón
Entregué sólo por una razón.
Arrepentida de ello no estoy,
Tan solo de alma a la que di mi ser.
Y es que ahora vagando sin rumbo,
Encontré los pensamientos que en mi cuento había perdido.
Tal vez este nuevo mundo
Encuentre mi destino.
Muero por ello,
Para ser feliz en este nuevo comienzo.

Pigmalión:

Hoy os voy a contar la historia de cómo encontré a mi mujer perfecta, de la cual nacieron mis dos hijos Pafos y Metarme.


Yo soy un escultor de Chipre, me considero un artista bueno al que no le gustan las mujeres porque, según considero, éstas son imperfectas. Tan convencido estoy del acierto de mi opinión que he decidido no casarme nunca, y pasar el resto de mi vida sin compañía femenina a no ser que encuentre a la mujer perfecta.
Pero como no encontré a la mujer perfecta, y como no soporto la completa soledad, esculpí una estatua de marfil tan bella y perfecta como ninguna mujer verdadera podría serlo. De tanto admirar a mi propia obra, acabé enamorándome de ella. Le compré las más bellas ropas, joyas y flores: los regalos más caros. Todos los días pasaba horas y horas contemplándola, y, de cuando en cuando, besaba tiernamente sus labios fríos e inmóviles.
Pensaba vivir hasta el fin de mis días ese amor silencioso, de no ser por la intervención de Venus. La diosa era objeto de intenso culto en la isla donde vivo. En su homenaje se celebraban las más pomposas ceremonias y los más ricos sacrificios, y su templo de Pafos era el más importante de los santuarios venusinos de todo este mundo helénico.
En una de esas fiestas yo estuve presente. Ofrecí sacrificios y elevé al cielo mis ardorosas suplicas: “A vosotros ¡oh dioses!, a quienes todo es posible os suplico que me deis por esposa una doncella que se parezca a mi virgen de marfil.”
Atenta, la diosa del amor escuchó mis suplicas, y para mostrarme que estaba dispuesta a atenderlo, hizo elevar la llama de mi altar tres veces más alto que las de los otros altares. Pero yo no comprendí el significado de la señal, hasta bastante después.
Salí del santuario y, entristecido, tomé el camino de mi casa. Al llegar, fui a contemplar de nuevo la estatua perfecta. Y después de horas y horas de muda contemplación la besé en los labios. Tuve entonces una gran sorpresa: en vez del frío marfil, encontré una piel suave y una boca ardiente. A un nuevo beso, la estatua despertó y adquirió vida, transformándose en una bella mujer real que se enamoró perdidamente de mi.
Para completar mi felicidad, Venus propició la unión y garantizó la fertilidad. Del casamiento nació mi hijo, Pafos, que años después tuvo la dicha de legar su nombre a la ciudad, consagrada a la diosa, que había nacido alrededor del santuario dedicado al numen de la atracción universal.